Giovanni Hernández, DT de Junior.
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"Junior necesita no un pastor religioso, sino un verdadero director técnico"

“Cualquier equipo llega a Barranquilla con la idea de que aquí Junior es pan para el loro”.

A Giovanni Hernández, al que muchos habían presagiado éxito singular en el compromiso de dirigir al Junior en reemplazo del “sacrificado” Alexis Mendoza, parece habérsele acabado la gasolina. El “Ferrari” que recibió y que según gran parte de la crónica deportiva fue bien conducido en las primeras ocho jornadas, al parecer no ha sido bien manejado y los ahorros se han escapado como el agua entre las manos.

En alguna ocasión cuando Junior estuvo muy por debajo de su poderío, el accionista y máximo directivo Fuad Char Abdala, dijo que al técnico de turno, se le había entregado un “Ferrari”, pero su conductor no supo manejarlo y por ello el equipo se vino a pique.

Ahora con la llegada de Giovanni Hernández y cuando los resultados parecían sonreírle al joven técnico, hubo quienes aseguraron que este novel entrenador estaba conduciendo acertadamente como no lo había hecho en Cambio Alexis Mendoza.

Otros muchos, entre quienes nos encontramos, fuimos desde un principio categóricos creyendo en que Giovanni no era o no es el técnico adecuado. Su falta de experiencia en lides de gran compromiso le hacían ver muy endeble para tales menesteres. Con la Universidad Autónoma se tenía el primer antecedente. Y con el Real Cartagena en la división B, igual estaba aconteciendo. Siempre creímos que Junior, no estando ya Alexis Mendoza, merecía y necesitaba un técnico extranjero.

Lo de extranjero, porque la experiencia nos enseña que a los técnicos criollos, particularmente si son de Barranquilla, siempre se les negó la contratación de refuerzos de primerísimo nivel, contrario a entrenadores de fuera (caso “zurdo” López) entre otros, a los que sí le llenaban la bolsa de refuerzos aunque fueran jugadores del montón que en nada contribuyeran.

La primera muestra desafortunada de Giovanni la dio en su primer compromiso cuando enfrentó al Pasto por la Copa Águila. Esa tarde, Junior perdió ante los nariñenses en Barranquilla, dejando de lado un invicto local de 21 fechas. En esa ocasión, abrió el paragua, y declaró que se enfocaría en la Liga y en la Copa Suramericana. La clasificación a la siguiente ronda venciendo al Pasto en el cotejo de vuelta apaciguó los ánimos y las siguientes victorias en la liga le dieron un respiro y se pensó en un futuro muy convincente.

Pero la hora de la verdad llegó. Después de aquel episodio ante Pasto de local, se perdió otra vez en casa ante el colero del campeonato Fortaleza en una noche pálida y triste. Y como para redondear todo se pierde ante el Once Caldas, también en el estadio Roberto Meléndez y cuando urgentemente requería de tres puntos para escalar en la tabla.  Junior, en cabeza de su director técnico no entendió la importancia de cosechar puntos para ir asegurando la liguilla final. Tampoco ha entendido Giovanni el significado que para los barranquilleros tiene cosechar los invictos en casa; para ratificar lo que tradicionalmente ha caracterizado al equipo como lo es un rival muy fuerte, muy pero muy difícil de vencer en el patio. Hoy, por el contrario,  cualquier equipo llega a Barranquilla con la idea de que aquí Junior es pan para el loro. Jugadores y técnicos visitantes se dan el lujo de anunciar que aquí vienen a derrotar al Junior porque saben cómo someterlo.

Ahora no son solo los más encopetados, sino los menos fuertes, como Pasto y Fortaleza y como Caldas, los que nos pintan la cara en nuestra propia casa . Y nos bailan de lo lindo, con taquitos y túneles y toque- toque como sucedió ante el Caldas que nos dejó ver como un equipito de barrio.

“Hemos dejado de ser fuertes en casa” denuncia Giovanni. Como si descubriera el agua tibia. Como justificando las derrotas. Cuando debería ser más categórico y aceptar que por su culpa se han acumulado tales derrotas. El estribillo de que no hay tiempo para trabajar, que atender tres compromisos simultáneamente es muy complicado en cortos tiempos y que la rotación de sus jugadores es para mantener condiciones físicas y futbolísticas, no calan para los seguidores del club.

Bien lo sabía desde que asumió la dirección técnica. Porque debió saber que no solo es por la cantidad, sino por la calidad de refuerzos que se tiene. Porque experimentar con nómina de suplentes casi en su totalidad y dejar en el banco a sus principales figuras ha sido su peor decisión en partidos en los que se requería asegurar puntos. Porque además la apatía, el desgano y falta de entrega de muchos de sus jugadores se hacen patentes e inocultables. Y se constituyen en falta de respeto para la afición que a pesar de todo sigue creyendo en la divisa y por ello acude al estadio, aunque sea en número reducido, que, por las muestras tristes del plantel no merecerían siquiera la presencia de algún hincha.

Junior necesita, no un motivador, ni manejador de impulsos o sentimientos religiosos, sea cual fuere la doctrina. Porque igual, sea Cristiana, Católica. Evangélica, Protestante o Mahometana, la responsabilidad en todas ellas merece respeto y responsabilidad. Junior requiere no de un pastor religioso, sino de un  verdadero director técnico; que sepa conducir el “Ferrari”. Sin importar que practique cualquiera de las creencias religiosas, pero que en la cancha responda, tal vez como lo hace en un  templo religioso. 

     

 

 

 

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