Daniel Torres en un partido de la Selección Colombia ante Estados Unidos.
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Daniel Torres contó cómo superó el alcoholismo y "nació de nuevo" para jugar fútbol

El volante de la Selección Colombia se confesó sobre uno de los momentos más complicados de su vida.

Daniel Torres, quien es hoy uno de los jugadores fundamentales del Alavés de España, no tuvo reparos en admitir en entrevista en tierras ibéricas que debió dar un giro de 180 grados en su vida en procura de no dejar el fútbol y hasta a su familia.

"Mi época más irresponsable fue entre 2010 y 2011. No tuve orientación. Mis padres son de Cáqueza, un pueblo de las montañas de Cundinamarca. Yo de niño me tuve que ir solo para Bogotá, a la cantera del Santa Fe. Viví en un hotel, en una casa-hogar, en una de una tía. Hice cuentas y viví en ocho lugares diferentes. No tenía un control. Recibí todo aquello que es bueno cuando lo sabes administrar: un prestigio, un buen salario, y ese reconocimiento de poder jugar al fútbol y trabajar en ello. Para los que soñamos de pequeños con ser futbolistas, mi situación era una bendición enorme. Pero empecé a… No bebía. Nunca bebí. No me gustaba el alcohol. ¡Jamás! En Colombia lo popular era el aguardiente. Pero a mí no me gustaba. Y empecé a tomar whisky. Yo solo podía tomarme dos botellas. Se me notaba en la cara y en el tufo. Pero al otro día entrenaba con normalidad. No sé cómo aguantó mi cuerpo. No sé cómo no tuve una lesión de rodilla, un desgarro", reveló el volante en entrevista con el periódico español El País. 

Contó que en varias oportunidades los directivos pasaron por alto sus borracheras, hasta que llegó el punto que fue insostenible para Santa Fe. 

"En Santa Fe me perdonaron unas ocho veces con prueba de alcoholemia positiva. El doctor y el presidente me lo pasaban. Hasta que llegó un técnico en 2011 y me sentó. Seis meses estuve sin jugar. Cuando acabó la temporada le dije al presidente que me dejara ir a Nacional de Medellín porque todos sabíamos que ya no iba a jugar. Viendo el problema que tenía y viendo que me estaba perdiendo, decidieron mandarme a ver si todo cambiaba. Y fue peor. Medellín es muy noctámbula, muy fiestera. Empecé a salir más. Solamente duré seis meses".

"Nos dieron vacaciones. Yo me había separado de mi esposa y de mi hijo. Iba en un taxi al aeropuerto de Medellín y escuché que daban mi nombre por radio. Estaba en la lista de los que salían de Nacional. Llamé al presidente y al técnico y no me contestaron. Entonces recibí la llamada de César Pastrana, el presidente del Santa Fe. Y me dice: ‘Daniel, Nacional no te quiere; ellos quieren enviarte para un equipo de mitad de tabla para abajo. Yo no quiero que te vayas para un equipo así porque tú no eres para ese tipo de equipo’. Era diciembre. Fue la peor etapa de mi vida. No sabía qué iba a ser de mi profesión; había perdido a mi esposa y a mi hijo; me estaba quedando sin fútbol; los medios hablaban muy mal de mí: me llamaban borracho. Estaba afectando a mi familia", explicó. 

En ese momento, César Pastrana le dio una nueva oportunidad en Santa Fe. En ese nuevo pasó logró encarrilar su vida gracias a los consejos de Sandra Merino, pastora evangélica, suegra de su compañero Camilo Vargas, hoy arquero del Deportivo Cali.

"Él me la presentó y ella comenzó a hablarme de la palabra de Jesucristo. Pero yo no le hacía caso. Hasta que me encontré tan mal que cogí una Biblia y me dije: ‘Voy a experimentar, a ver qué ofrece’. La palabra dice que en Dios todas las cosas son hechas nuevas. Cuando uno decide aceptar a Jesucristo todo pecado es quitado y toda mancha es borrada y un nuevo ser humano nace. Yo tenía que nacer de nuevo. Era mi única salida", comentó.

En ese monmento, fue cuando tomó la determinación de llevar su fe a sus compañeros de equipo tras el problematico momento que vivía el equipo que en las primeras ocho jornadas no había podico ganar. 

"Omar Pérez, el capitán, habló con el presidente y con el entrenador y les dijo que aquí pasaba algo raro, algo que no era natural, y que necesitábamos hacer algo diferente, pero sin brujos ni chamanes. Démosle la oportunidad a que entre Dios al equipo por medio de la señora Sandra. Ella vivía en Fusagasugá así es que la primera comunicación que tuvo con la plantilla fue por Skype. Nos convenció. Santa Fe no tenía esperanza. Jugaba por jugar. De pronto, encontramos una esperanza. Después de 37 años. La Biblia fue nuestro manual", recordó. 

De allí tomó su costumbre de caminar con la planta de los pies descubierta por la gramilla antes de los partidos, al tiempo que ora desde la distancia vía telefónica con la pastora Merino.

"A partir de ese día, salíamos al campo descalzos antes de los partidos. Que es lo que yo hago siempre. Fue una promesa. La Biblia nos dice que si salimos descalzos tomamos posesión del lugar que pisamos para que el Señor pueda obrar allí. Yo no salgo a caminar descalzo para obtener un resultado deportivo, sino porque sé que en el momento en que piso el campo descalzo la presencia de Dios está allí. Y sucederá lo que Dios quiera", aseguró. 

Torres ha llamado la atención por esta costumbre, pero también por su calidad en el campo donde ha logrado marcar con éxito a varios jugadores. El único que lo metió en problemas fue el argentino Lionel Messi. 

"Recuerdo la acción. Yo fui hacia él. Ya estábamos en el borde del área y me tocó ir a buscarlo. Y ahí es cuando cualquier jugador queda más expuesto. Porque cuando vas hacia ellos, con un movimiento te superan. Por más que uno esté pendiente del balón… Porque el objetivo no es Messi sino poder quitarle el balón… Él hace un movimiento con su cuerpo hacia un lado pero tiene la habilidad de decidir en el último instante si se lleva el balón para un lado o lo empuja hacia el otro", explicó. 

Por lo pronto Torres dice que ha llegado muy lejos en su camino, que ha recuperado su carrera, familia y amor por la vida. Por lo pronto solo se plantea seguir pisando los campos de juego de Espña para declarar victoria en su fe, la misma que la llevó hasta la Selección Colombia y que lo tiene como uno de los fijos de José Pékerman para los duelos ante Uruguay y Paraguay. 

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