William Ospina emprende un viaje a su memoria en "Guayacanal"
La violencia, omnipresente en la historia de Colombia entra también con fuerza en su novela.
Los 65 años fue la edad que llevó a William Ospina a emprender un viaje a su memoria, a la tierra de sus ancestros y recuperar los relatos de su familia para plasmarlas en "Guayacanal", una novela en que se sirve de sus antepasados para retratar casi un siglo de Historia colombiana.
"Son historias que se han contado mucho en la familia a lo largo de los años y de las décadas. Como en todas las familias, siempre hay historias del pasado familiar que se cuentan y la manera como se enlazan con el pasado del país y con la Historia nacional", explica Ospina a Efe acerca de lo que le movió a volver al céntrico departamento del Tolima.
Allí, como en el tango, adivinó en viejas fotos y en cuentos que pasaron de padres a hijos el parpadeo de las luces que marcaban su retorno a la finca de Guayacanal, la que su familia le arrancó a un monte que ni los españoles fueron capaces de colonizar.
Una historia de pioneros que en época republicana desbrozaron el monte a la sombra del Nevado del Ruiz impulsados por la riqueza que generaba el café, una ruta que siguieron sus bisabuelos, sus abuelos y que más tarde se centra en su natal Padua.
Eran campesinos recios que colonizaron la cordillera andina y encontraron un futuro mejor en tierras que, en muchos casos, estaban sin propiedad y ellos marcaron.
"Mientras estuvieron vivos mis padres y mis tíos yo sentía que esas historias estaban allí permanentemente. Después de la muerte de ellos yo sentí la necesidad de salvar esos relatos antes de que los borrara el olvido y entonces incluso interrumpí otros proyectos literarios que tenía y me volqué sobre la memoria", detalla Ospina acerca de su última novela, publicada por Penguin Random House.
De ese modo, le rinde "un tributo a ellos" pero también hace un "homenaje a esa época y a ese mundo" de campesinos intrépidos que tiene como horizonte iluminar presentes y futuros.
Para ello, el ganador del Premio Rómulo Gallegos en 2009 ha tenido que plasmar en la literatura una tradición oral que es el timón de una obra en la que aspira "a utilizar un lenguaje mucho más directo" y a que este "no sea exactamente el protagonista de lo que se cuenta sino apenas un instrumento para que el lector sienta los hechos, sienta la geografía, sienta los paisajes y sienta también esos destinos humanos".
Así es como le fue transmitido por sus propios familiares en forma de cuentos reproducidos una y otra vez en los encuentros.
"Yo realmente estoy acostumbrado a escribir novelas y textos más literarios con un lenguaje más dependiente de la escritura, pero en este caso yo me sentía en la necesidad y el deber de rendirle tributo a esa manera de hablar también, esa manera de contar", apostilla Ospina.
En esos "trozos de la memoria compartida que fueron muy apreciados" entre sus parientes se entrelaza lo personal con lo universal, pues considera que "mucha gente en Colombia se va a reconocer en estos hechos".
"Porque la historia de esos campesinos de la región central del país es parte de la historia del país en el último siglo. Cómo se construyó un país campesino en la segunda mitad del siglo XIX y cómo ese país campesino sobre el que la nación reposó económicamente en su cultura, en su valores, en su hospitalidad, en su cordialidad (...) fue destrozado y desgarrado por la violencia política", subraya.
La violencia, omnipresente en la historia de Colombia entra también con fuerza en "Guayacanal", pues la familia de Ospina, como la de millones de colombianos, fue testigo de primera mano de la llegada de ese periodo sangriento que se ha ganado el nombre de La Violencia (1948-1958) y que cuyo marco fue el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el gran líder liberal.
Pese a los paréntesis de paz, Ospina considera que desde ese momento Colombia "ha vivido en la crispación, en la violencia, en la ansiedad, en la angustia y sobre todo en la incertidumbre. Millones de personas viven en la incertidumbre porque esa cultura fundada en el trabajo y la familia, no se volvió a construir en Colombia".
Es ahí donde fotos e historias familiares de Ospina alumbran con sus 'pálidos reflejos hondas horas de dolor'.
Sin embargo, volver a ese campo que los hombres dejaron atrás hace años le hizo considerar a Ospina que es "importante recordar", algo que a él le llega con dulzura, sin indignación ni resentimiento.
"Inclusive la violencia con toda su ferocidad, con todo su horror, me parece que fue una tragedia, una tragedia que el país vivió y a lo que no tenemos derecho es a eternizar esa tragedia (...) A seguir tratando a la mitad de la sociedad como si fueran demonios", considera Ospina.
Es la conclusión de un viajero que, como el de Gardel, tarde o temprano detiene su andar en su pueblo natal, se reencuentra con su territorio y asevera desde él que la humanidad se enfrenta a la realidad de que "si no hay un reencuentro con la naturaleza y una manera más sencilla y austera de vivir (...) el mundo entero no tendrá futuro".
EFE