Festival de Cannes
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Cannes, 70 años de una historia de cine

En los doce días de certamen el sector turístico ve crecer exponencialmente sus ganancias.

Poco hacía prever que, tras un inicio frustrado en 1939 por la Segunda Guerra Mundial, el certamen cinematográfico lanzado finalmente en Cannes en 1946 como contrapeso a la Mostra de Venecia llegaría a convertirse siete décadas después en la referencia del sector.

La que hasta entonces era una tranquila localidad balneario de la costa mediterránea se convirtió a golpe de estrellas de Hollywood en el punto de encuentro en el que ver y ser visto, aunque su objetivo primordial fuera promocionar la imagen de Francia y desarrollar su industria.

Celebrado primero en el Casino Municipal y posteriormente en el Palacio de Festivales, apodado tras su renovación en 1982 "el búnker" por un diseño cuya apreciación no fue unánime, de Cannes perviven mucho más que las famosas 24 escaleras de su alfombra roja que dan acceso a la sala principal de proyecciones.

Anulado en 1948 y 1950 por falta de presupuesto, y suspendido otra en 1968 cinco días antes de que finalizara, después de que directores como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Roman Polanski u Orson Welles apoyaran en la distancia la revuelta estudiantil, cine y política nunca han estado muy alejadas de sus pantallas.

La polémica ha llegado también por el contenido de sus cintas o las salidas de tono de sus directores: desde "La grand bouffe" en 1973, cuyos excesos provocaron silbidos y náuseas entre los asistentes, hasta los comentarios de apoyo a Hitler que le valieron al director danés Lars von Trier ser declarado "persona non grata" en 2011.

La relación entre los medios y los actores no siempre ha sido tampoco un camino fácil: En 1975, Paul Newman provocó la primera huelga de fotógrafos después de negarse a posar para ellos en la presentación matinal, e Isabelle Adjani sufrió la misma suerte siete años después.

Los boicots puntuales entre unos y otros no han evitado que en la Croisette se hayan inmortalizado mitos consagrados o impulsado definitivamente a otros en ciernes: 1955 fue testigo de la creación de la Palma de Oro y del momento en que una joven Brigitte Bardot puso al mundo a sus pies.

Cannes, también, contribuyó en esa edición al mayor romance de la época, el que protagonizaría Grace Kelly con el príncipe Rainiero de Mónaco, con el que la revista "Paris Match" le organizó un encuentro aprovechando su presencia en la Costa Azul.

Su boda el 22 de abril del año siguiente, la víspera de la apertura del Festival, sirvió para que todas las personalidades que acudieron a la ceremonia contribuyeran con su asistencia a ensalzar el "glamour" del que este ya hacía gala.

Las fiestas, en grandes yates, en lujosas villas circundantes a esa localidad o en los hoteles de su exclusivo paseo marítimo, han impulsado el atractivo del festival, escaparate también de los grandes creadores de moda.

Un atuendo que, según recuerda la ciudad de Cannes en su página web, ha sido en ocasiones el principal motivo de conflicto: en 1949, cuando se programaban sesiones que exigían corbata y otras que no, los directores de estas últimas se sintieron ninguneados porque los invitados presuponían una mayor calidad a las primeras.

Pero el cine en su esencia, el que recompensó en 1960 a "La Dolce Vita", de Federico Fellini, un año después a "Viridiana", de Luis Buñuel, en 1963 a "Il Gattopardo", de Luchino Visconti, o en 1994 a "Pulp Fiction", de Quentin Tarantino, se mantiene pese a las atracciones paralelas como hilo conductor.

Un eje en el que a la competición se sumaron en 1978 la segunda sección oficial, Una Cierta Mirada, después de que nacieran en paralelo la Semana de la Crítica en 1962 y la Quincena de Realizadores en 1969 para dar lugar a cineastas y proyectos alternativos.

De todos ellos se nutre además el sector turístico, que en los doce días de certamen ve crecer exponencialmente sus ganancias, conforme desembarcan en las calles de Cannes los curiosos, cazadores de autógrafos o periodistas que en ese corto espacio de tiempo conforman un elemento ineludible de la ciudad.

EFE

 

 

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