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Septiembre oscuro en Colombia

Lo que bien podría calificarse como “Septiembre Negro en Colombia”, haciendo recorderis a otros acontecimientos que concitaron en sus momentos la atención mundial, se ha venido desarrollando en los últimos días de este mes en Colombia.

Guardando las proporciones, desde luego con hechos como los de septiembre de 1972 en Múnich, Alemania, donde murieron muchos deportistas israelíes tras la toma sangrienta de un comando palestino y lo de las Torres Gemelas que precisamente este 11 de septiembre acude a su triste aniversario número 19, en Nueva York que cobró la vida de miles de personas, y otros acontecimientos en Francia e Inglaterra, lo ocurrido el miércoles 9 fue una verdadera-noche de miedo en Bogotá-  refleja la inconsistencia en este caso, entre los ciudadanos del común y la fuerza pública conformada por la policía nacional.

Podríamos decir que lo de la capital del país es el colofón-ojalá no se incrementen estos hechos- a lo que en las últimas semanas se ha dado con las seguidas masacres de jóvenes estudiantes, campesinos y miembros de comunidades indígenas con saldo de más de 50 víctimas. Constituyen estos hechos una rúbrica del desacertado gobierno del Presidente Iván Duque en su segundo año de gobierno en el que la conmoción nacional se intenta diluir en parte por la pandemia del Covid 19 y que supuestamente ha orientado mayormente la atención del mandatario de los colombianos.

La muerte del abogado Javier Ordoñez, caso, que la sociedad misma ha calificado de asesinato, despertó del letargo a la ciudadanía capitalina y de otras regiones para decirle al gobierno que “Basta ya de tanta y desaforada fuerza policial”. La impotencia y ruegos de inclemencia del abogado casi ahogado por los policías que lo sometieron en mitad de la calle con pistola eléctrica quedaron patentizados como pruebas irrefutables en los videos grabados por amigos y vecinos. Las voces de auxilio del sometido y los gritos de los testigos rogando que no lo siguieran torturando fueron oídos sordos por los policías que, como “salvajes cazadores de bosques” solo querían asfixiar a su presa. 

La muerte, minutos más tarde, del profesional del derecho por la tortura con pistola eléctrica (Táser X 2) y los golpes que le fueron propinados en el CAI donde fue conducido, despertó entonces la furia de la sociedad colombiana. Bogotá se convirtió en la tarde noche del miércoles 9 en una zona de candela. Las protestas iniciadas con arengas y voces de rechazo por la muerte del abogado se fueron convirtiendo en  campos de refriega con los ataques a la policía, a los CAI, estaciones de policía, quema de buses de transporte público del Trasmilenio, vehículos policiales y particulares e incendios de otras localidades.

Triste y vergonzoso saldo de  víctimas entre ellas, una joven de 18 años estudiante de sicología y un  menor de edad caídos por supuestas balas perdidas,  más de 370 heridos, y los incalculables daños en el transporte público, vehículos oficiales y particulares y almacenes del comercio, muestran la intolerancia, pero también el cansancio de una sociedad que pide a gritos un mejor manejo de gobierno.

Y tenía que ser en septiembre, mes que históricamente nos reseñan hechos violentos en el mundo, como el del 11 de septiembre del 2001 de las Torres Gemelas de Nueva York que, precisamente este viernes 11 acude a su aniversario 19 y que dejó 2.996 víctimas. Y los hechos del 5 de septiembre de 1972 en los Olímpicos de Múnich. Ese día, El 5 de septiembre, terroristas palestinos asesinaron primero a 9 atletas israelíes, y un oficial de la policía de Alemania Occidental, y también murieron cinco de los ocho terroristas. Yendo más atrás, la historia nos reseña la matanza que se produjo en Mountain Meadows al sudeste de Utah por donde pasaba el llamado Trayecto Español (Spanish Trail) en dirección a Nevada y California. Se le llama Masacre Meadows a un hecho ocurrido el viernes 11 de septiembre de 1857 en el actual estado de Utah en los Estados Unidos en el que ciento veinte hombres y mujeres fueron asesinados a manos de una milicia local.

En Colombia en lo que va de este mes se han producido 4 masacres en regiones donde imperan fuerzas irregulares de narcotráfico, guerrilla y paramilitares. Y, en el que como sucede siempre, las muertes son puestas por la sociedad civil. Una guerra interna en la que el gobierno no parece  interesarse. Hasta el martes 9 de septiembre 14 personas han sido asesinadas y en lo que va del año en 53 masacres, pasan de 200 las víctimas.

La muerte del abogado Javier Ordoñez, a manos de agentes de policías, nos recuerda recientes hechos similares en Estados Unidos donde personas afrodescendientes han caído mortalmente por la brutal y desmedida fuerza de policías que asfixian y masacran a balas a los indefensos. Esos acontecimientos ampliamente difundidos mundialmente fueron seguramente los primeros recordados por los colombianos. Y tal vez, tratando de imitar ejemplos de protestas en calles de Estados Unidos, los colombianos han hecho lo propio en este caso particular. Pero también debería convertirse en un contundente y severo llamado de atención al Presidente Iván Duque, a su gobierno y seguramente a la fuerza pública.

Este y otros tantos hechos que sacuden al país en una gigantesca ola de sangre, con enorme número  de estudiantes, jóvenes y civiles de la sociedad muertos y que el gobierno se empeña en calificar como hechos aislados, deberían ser el fundamento, para la tan necesaria y urgente reforma policial en Colombia.