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Nos sigue faltando el centavo

No es suficiente con los intentos ni las condiciones naturales de nuestros futbolistas para superar o al menos igual a nuestros rivales de la región suramericana. Eso quedó sustentado una vez más en el juego de Colombia sub-23 frente a su rival de Argentina. A veces se peca por entrar a la cancha creyéndonos ganadores de antemano; otras, por entrar al campo adormitados creyendo que el contrario por el “respeto que merecemos” no va a atreverse a atacarnos.

Decía el profesor Francisco Maturana que “perder es ganar un poco”  frase alusiva a la creencia de que perdiendo se obtiene experiencia y lecciones que sirvan para futuras confrontaciones. En el caso de nuestros deportistas y en lo referido al seleccionado de fútbol no es así. Aún no sabemos o no podemos sacar provecho de esos errores o derrotas. En el partido ante Argentina por la clasificación de los preolímpicos los gauchos nos repitieron la dosis con la que iniciamos la competencia. 2-1 igual marcador que en el juego con que abrimos el torneo.

Ellos, los argentinos sí sacan provecho. Conociendo las debilidades nuestras, comenzaron el compromiso en ambos períodos con velocidad y presión para confundirnos y achicar el pensamiento tricolor. En el primer tiempo pudimos soportar  la arremetida y equiparamos el juego. Incluso tuvimos mejores ocasiones para abrir el marcador. Pero apareció entonces la creencia individual. El jugador Carrascal quiso hacer su propio juego, pretendió repetir la faena del partido anterior ante los mismos rivales y marcar el gol que le encumbrara como el mejor del torneo. El individualismo nos impidió llegar a la ventaja.

Caro pensamiento del jugador colombiano. Y, por el contrario, acrecentó a los argentinos en la idea que el fútbol es de equipo y no de virtud personal. Y como el que no los hace tiene que verlos en su portería, así la selección colombiana debió soportar la anotación apenas iniciado el segundo tiempo. La excusa de que hubo falta previa a Carbonero-aunque creamos que sí la hubo- no puede adormitarnos para dejar que el atacante se proyecte sin marca alguna y con toda libertad dispare a nuestra portería. Tampoco supimos soportar el golpe. Seguimos dormidos y el rival sabiendo la inercia de aquel gol nos duplicó la dosis.

Colombia fue sometida no tanto por condiciones técnicas, pero si por la vocación de juego colectivo  sumado a la superioridad en fuerza física en la que siempre nos sometieron. Ni siquiera estando en ventaja numérica supimos  aprovechar. El ataque fue atropellado a ratos y muy lento en otras veces permitiendo el reacomodo de los argentinos.

Si bien fuimos inmensamente dominadores en los últimos minutos y merecimos por lo menos el empate, en fútbol-dicen los entendidos- los goles y triunfos no se merecen, sino que se hacen y consiguen. Ahora, la selección quedó condicionada no solo a vencer a Uruguay el último rival del torneo,  Sino a confiar que los argentinos no pierdan ante los brasileros. 

“Seguimos vivos” en la aspiración de clasificar a los Olímpicos de Tokio, pero dependiendo además de otros; por lo pronto hay que decir, como es costumbre, “nos siguió faltando los cinco centavos para el peso.