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Las deudas históricas hacia el Caribe colombiano

Durante la semana que acabó de terminar, se celebró en Santa Marta, la 44º Conferencia de la Asociación de Estudios del Caribe, logrando conglomerar ese maravilloso caleidoscopio de culturas, lenguas y etnias que conforman la zona más diversa del continente americano.

En el ámbito de la política internacional, tuve el honor de coordinar un panel en el cual participaron Alfonso Múnera, Socorro Ramírez y Gustavo Bell, autoridades indiscutibles que han dejado y continúan legando un aporte invaluable a la Región.

No obstante que cada uno presentó sus aportes desde diversas aristas, un aspecto convergente se concentró entorno a la paradójica dinámica como ha funcionado la política nacional desde el Siglo XIX, enmarcada en el abandono a una región que ha realizado los más valiosos aportes a la cimentación del acervo cultural nacional, la economía y en la construcción de los pilares como estado-nación.

Hoy desde el Caribe colombiano, se siguen levantando voces que propugnan por la reivindicación de unos derechos que desde hace dos siglos nos adeudan.

El tema internacional, como política pública no es la excepción. Se refleja en los documentos emanados por la Cancillería, responsable de la política exterior del país. De hecho, solamente hasta la primera parte de la década del 90, en plena apertura económica y en un escenario absolutamente globalizado, se hace referencia al Caribe como una zona prioritaria en el proceso de internacionalización de Colombia.

Tuvieron que pasar casi dos décadas, para que se hablara nuevamente del Caribe en materia de política exterior. Al final del gobierno de Uribe Vélez, se promulgó el documento de la Misión de Política Exterior, que en sus líneas dedicadas al Caribe, convocó al gobierno nacional a dimensionar la importancia y el amplio espectro de posibilidades que representa para toda la nación.

Los panelistas desarrollaron un conjunto de estrategias y sugerencias, no solo al poder central, además a otros actores que desde su resorte debían vincularse de manera activa al proceso de internacionalización e inserción del Caribe colombiano a ese Gran Caribe, con el cual tenemos diferencias, sin embargo, unos vasos comunicantes que nos obligan a mirarnos entre si y buscar soluciones a problemas comunes que hoy nos aquejan.

Esa inmensa gama de posibilidades que los expertos plantearon va desde el tema económico-comercial, cultural y por supuesto la educación. En este último sentido, las universidades y las instituciones de educación superior en general deberían tener un rol protagónico, que permitiese reconstruir ese equivocado único imaginario andino que supuestamente nos identifica a tod@s los colombian@s, por una visión que desde la transversalidad, andina, pacifico, amazónico y Caribe, proyecte a Colombia en toda su extensión.

La realidad es que hoy, tanto el gobierno nacional, como todos los actores obligados a aportar en la transformación del Caribe, siguen en deuda. Las universidades por ejemplo, se sumergen cada día más su mirada hacia Europa y EEUU, olvidando que son precisamente los problemas que nos vinculan con las islas y los países continentales de la cuenca, los que convocan a esas necesarias sinergias que deben construirse.

Sin duda falta mucho por hacer. Sin embargo, mientras sigamos dejando toda la responsabilidad al Estado, los avances serán escasos o nulos. Llegó el momento que las empresas, ONGs y las universidades, comprendan que somos multiculturales y pluridiversos y que es precisamente esa característica la que nos distingue y fortalece.

La 44º conferencia de la CSA, me da esperanzas e impulsa los sueños de ver una Colombia integrada a la cuenca del Gran Caribe, solo así, el país reorientará su rumbo hacia ese puerto al cual no se mira desde los Andes.