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Érase una vez en Uniautónoma

No quiero rememorar escándalos viejos, ni evocar los sufrimientos que terminaron en 2018 con la salida del nefasto rector Ramsés Vargas Lamadrid, quien junto a un séquito de cómplices saquearon la Universidad Autónoma del Caribe y que hoy están pagando casa por cárcel. Hoy quiero dedicar estas líneas a la resiliencia  que ha demostrado esa noble Alma Mater que parece estar hecha de un material único. Un material tan fuerte y preciado, que le permite seguir manteniendo intacta su reconocida calidad académica, a pesar de las múltiples agresiones sufridas.

Hoy la Uniautónoma puede decir orgullosa que en medio de las dificultades ha renovado con éxito sus registros calificados y sus acreditaciones en los programas que las poseen. Que sus investigadores siguen generando noticias positivas con investigaciones pertinentes y desarrollo de productos con alta tecnología que benefician directamente a la comunidad. Que sus patentes, cada vez más crecientes, hablan del nivel de sus investigadores y la calidad docente del plantel. Que sus estudiantes han sido ejemplo de liderazgo y de amor por su institución. Que sus grupos de acción, liderados por comprometidos docentes, han desplegado su creatividad que ha sido reconocida y premiada en distintas áreas del saber.

Y es que no se ha equivocado el Ministerio de Educación en apostarle a la Uniautónoma. La compañía de esa cartera, en la recuperación y proyección de esta universidad, ha sido fundamental para que siga prestando sus servicios con la calidad de siempre. Hoy, a pesar de todo, sigue erigiéndose en el panorama educativo de Barranquilla y la región, como una de las preferidas por los estudiantes: casi ocho mil educandos en sus 23  programas académicos, hablan por sí solos de la confianza que le depositan.

Más que una universidad, la Uniautónoma del Caribe es un verdadero patrimonio educativo de la región. Uno que está tatuado en el corazón de todos y que gracias a ello, se mantiene en pie poniéndole el pecho a las dificultades, y conservando ese sello indeleble que identifica a sus más de 55 mil egresados a los largo de 52 años de servicios: su formación integral  que hace de nuestros jóvenes mejores seres humanos y mejores profesionales.

Esta alma mater es, sin duda,  un buen ejemplo para un estudio de caso. Pocas instituciones educativas en el país han enfrentado las dificultades que estuvieron a punto de apagar su luz. Y pocas, muy pocas, han podido sobrevivir  y mantenerse compitiendo con calidad. Y aquí es donde hay que resaltar la labor del docente –ese ser que lo ha entregado todo para que la Universidad Autónoma del Caribe siga viva—porque él ha sido el diferencial en esta historia. Profesores que, pese a las adversidades, siguieron apostando por la recuperación de una institución en la que muchos hemos trasegado más de media vida.

La Uniautónoma es fuerte y lo ha soportado todo: hasta el vergonzoso “canibalismo” promovido por un grupo de oportunistas que lograron trepar hasta sus órganos de gobierno investidos por una supuesta fuerza sindical, a los que poco les importaba el interés colectivo ni el futuro de la institución. Personajes indolentes que fueron capaces de tratar de imponer un pliego de peticiones por más de 55 mil millones de pesos, casi el monto de lo que la universidad aún adeuda. Esos mismos a los que hace pocos días, mediante una fulminante resolución, el Ministerio de Educación removió de sus asientos en la Sala General por “bloquear el plan que el Gobierno tenía para el desarrollo de la Universidad”, según sentencia en sus 68 páginas en las que explican las razones de las destituciones.

Ni la Uniautónoma, ni su rectora, María Victoria Mejía, una paisa aguerrida que le ha hecho frente con valentía a las dificultades, están solos. Hay una inmensa mayoría que sigue en pie para defender a una institución que se ha convertido en nuestra casa. Una que lucha por seguir adelante haciendo lo que siempre ha hecho con tenacidad y calidad indiscutida desde aquel ya lejano 24 de julio de 1967, día en el que se impartiría su primera clase: educar para seguir formando a los mejores.