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El drama de Aida Merlano

Esa política conservadora, exintegrante del grupo Gerlein y sancionada por corrupción electoral (entre otros delitos), no solo cayó en desgracia en Colombia, sino que ha visto crecer su drama personal y familiar al convertirse en instrumento del chavismo. Por intentar salvarse, utilizando el poder en Venezuela, ha sido, a su vez, instrumentalizada por ese poder.

El primer espejismo a despejar es que Aida Merlano no es una heroína, sino una delincuente, por más que despierte la simpatía de la gente, a raíz de las denuncias expresadas contra los políticos de este país. Algo ya demostrado es que es igual o peor que todos los politiqueros compra votos que envilecieron el sistema electoral y la democracia colombianas.

En consecuencia, no se trata tanto de una inocente perseguida por el sistema, como de una convicta defenestrada por el establecimiento (enriquecida dentro de este), que ahora recibe un megáfono de parte del chavismo, más por motivos políticos y propagandísticos, que por razones estrictamente legales o de justicia.

Aida Merlano sirve a los intereses políticos del chavismo, debido a su caída en desgracia en Colombia, por delitos ya sancionados, sobre los cuales hay mucha evidencia. La circunstancia de que la maquinaria corrupta de los politiqueros, los empresarios y algunos jueces no pudiera salvarle el pellejo (debido a la fuerza de la evidencia) la obligó a huir de la cárcel, y a recalar en Venezuela. 

La estratagema de Aida (aupada por el chavismo) consistió en repartir denuncias de corrupción y persecución contra los enemigos declarados de Maduro y los suyos, quienes también son, en estos momentos, sus propios enemigos. Mezclando verdades, con medias verdades y mentiras completas, la Merlano se convirtió, por la magia de los medios de comunicación, en una especie de Robin Hood femenina, que le cae muy bien a los amigos ideológicos del gobierno venezolano. 

El acuerdo oportunista entre Aida Merlano y el chavismo quizás no pase del simple escándalo, y tal vez dure hasta cuando este le exprima todo lo que tiene que exprimirle, en contra de Duque, Uribe y los demás integrantes de los poderes en Colombia, constituidos hoy por hoy en la punta de lanza internacional contra el gobierno de aquel país. Después de extraerle todo el jugo, Maduro y los suyos la tirarán como se tira el bagazo. Ese es el otro drama que hoy se vislumbra en el horizonte para la exsenadora del conservatismo.

El problema principal de Aida es que no pudo ser absuelta en Colombia, a pesar de todos los poderes que la protegían, o a los cuales perteneció. Y no pudo ser absuelta porque había demasiada prueba en su contra, y absolverla (mediante la presión de esos poderes) lucía muy de para arriba, por no escribir que era realmente descarado.

La estrategia de Aida, entonces, consistió en amenazar a sus mentores y aliados con denunciarlos ante la justicia, pero esto tampoco le funcionó. Su último recurso fue fugarse y huir hacia Venezuela, camuflándose en una clandestinidad que le funcionó hasta hace muy poco, cuando fue apresada en Maracaibo, junto con su joven amante. 

El escándalo que ha provocado con sus declaraciones agrega muy poco a lo que ya sabíamos sobre corrupción electoral. Lo destacado sigue siendo la enredada en que están metidos los integrantes de la Casa Gerlein y de la Casa Char, pues el resto de las denuncias parecen ser más el resultado de su habilidad para mentir y victimizarse y de la presión de los chavistas. 

Todo lleva a pensar que Julio Gerlein no tiene salvación, más allá de las pruebas nuevas que pueda aportar la Merlano, si es que las tiene. Y está al borde del cadalso si la justicia actúa como debe actuar, y si los poderes constituidos no trabajan a su favor. La historia y la evidencia empírica tienden a hundir a ese político y contratista, quien fuera el principal apoyo de Aida (y el soporte de su hermano Roberto), como jefe reconocido, y su amante por varias décadas.

No es muy clara la situación de Arturo Char, otro de los denunciados por Aida, y su aliado en varias contiendas electorales. Habría que ver cómo actúa la justicia en este caso, y si existe la evidencia requerida para condenarlo. El hecho insalvable es que el escándalo ya le hizo un tremendo daño a su grupo político, y podría afectar las aspiraciones electorales futuras de algunos de sus miembros.

La duda que existe con respecto al drama de Aida Merlano tiene que ver con el papel de la justicia, es decir, si esta es capaz de hacer lo que tiene que hacer para castigar a los que hayan delinquido, sin dejarse influir por los poderes económicos y políticos. 

Al gobierno chavista no se le puede pedir justicia, pues no tiene el alcance para influir en delitos ocurridos en Colombia, y tampoco sus jueces, cooptados por el chavismo, son imparciales. Allí la ideologización, la politización y la polarización política han eliminado el libre ejercicio de la justicia. 

La situación paradójica de Aida Merlano se relaciona directamente con este hecho, y con la disputa entre el chavismo y el uribismo. Está por verse qué pasos den Maduro y los suyos con respeto a los asuntos legales de esta prófuga, ahora convertida en “garganta profunda” de su régimen, en contra de los enemigos colombianos.

En Colombia, la situación es diferente con respecto a la del país vecino, pues aquí las principales variables que influyen contra el ejercicio libre de la justicia son la corrupción, el clientelismo y la politiquería. Las alianzas políticas, el dinero o los métodos mafiosos, son los principales retos que enfrentan los jueces, a la hora de adelantar los juicios e impartir justicia.

Ya Aida Merlano está prácticamente destruida, después de hacerle mucho daño, junto con sus aliados, a la sociedad y a la democracia colombianas. ¿Caerán otros políticos comprometidos con ella, a raíz del megáfono que le facilitó el chavismo, y a las supuestas pruebas que dice tener? 

El hecho de que haya cantado más que Pavarotti, como expresó un funcionario venezolano, ¿servirá de algo en la lucha por limpiar la democracia colombiana de la influencia de los corruptos como ella?