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Carta abierta a los detractores de Julio Comesaña

Señores llorones:

Les llamo de esta manera, porque ustedes han desarrollado la horrible costumbre de resaltar solo las cosas negativas del Junior, desechando las positivas. Es decir, sufren cuando el equipo gana de chiripa (sin destacar que ganó), como si fuera un pecado mortal triunfar de chiripa. Vencer así también es posible (como lo demuestra la experiencia mundial), pero ustedes ven eso casi como una derrota, nunca como un triunfo.

Si el cuadro hace un gol inesperado, chillan porque ese gol debió ser de mejor factura, como si ningún otro equipo hubiera ganado con un gol de suerte, o como si todos los goles de los tiburones debieran corresponder al desmesurado tamaño de sus deseos. La suerte, el azar, también son ingredientes de un deporte como el que practica Junior, no olviden eso.

Les digo llorones, además, porque se la tienen montada al técnico, y cuando se les ocurre le echan la culpa de todo lo malo, pero nunca le reconocen los aciertos. Si la escuadra gana bien, berrean de lo lindo y dicen: eso fue obra de los jugadores, que ganaron a pesar de carecer de conductor. Y si pierde mal, la profunda reflexión es esta: te lo dije: qué Comesaña tan pecueca. En síntesis, sus señorías tienen a Julio de monita… lo han convertido en su trapo de cocina.

Yo me he preguntado varias veces acerca de la ojeriza que le tienen al entrenador, y aterrizo en la conclusión de que lo odian por una inquina de raíz dogmática. Lo detestan por el cabello, por caramelo repetido, porque lo culpan del fracaso de la época del Chateo, y, quizás, porque piensan que sabe poco de fútbol.

Nadie puede hurtarles, señores llorones, el derecho de la crítica (hasta por despecho, si se quiere), pero no lo odien por la simple inercia de odiarlo, debido a la acumulación inconsciente de pequeñas o grandes frustraciones. Tengan en cuenta, al lado de las explosiones virulentas de su corazón herido, las señales inequívocas de la realidad, es decir, las estadísticas y los hechos futbolísticos esperanzadores, producidos por el monstruoso Comesaña.

Escribo esto, ilustres llorones, porque, siguiendo los impulsos de su dogmatismo, ustedes lo único que desean es ver rodar la blanca cabeza de Julio, sin que importe para nada lo que ha hecho en beneficio del equipo. O sea, su fanatismo magnicida los lleva a negar las realizaciones, porque el único interés que los mueve consiste en sacar a Comesaña a guillotina limpia, o a punta de sombrerazos.

La forma como tratan a Julio Avelino es similar a la de los magnicidas que solo estarían contentos matando al objeto de su inquina. ¿Por qué no se detienen a pensar, con calma, en lo que ha ocurrido con Junior este semestre?

No piensan jamás con atención en eso, porque no les preocupa evaluar con justicia y equilibrio lo que ha sucedido con el cuadro, sino solo torcerle el pescuezo a Julio, con la idea fija de defenestrarlo, de hacer volar su testa de nieve sin ninguna compasión.

Me voy a permitir recordarles, horda de chillones, algunos hechos tozudos de la campaña bifronte dirigida por el colombo-uruguayo: a) clasificó al equipo al octogonal final (corrijo, de acuerdo con la lógica llorona de ustedes: nada tuvo que ver en eso Comesaña; fueron solo los jugadores); b) metió a los tiburones en la final del campeonato doméstico (corrección, derivada de su perspectiva sectaria: otra vez los jugadores, fuera Comesaña).

c) Siguiendo una ruta accidentada, difícil, casi increíble y con muchos altibajos, logró alcanzar la final de la Copa Suramericana. Es cierto que ganó uno que otro partido de puro milagro y sin merecerlo, pero el Junior no tiene la culpa de recibir la ayuda inesperada de la divina providencia y, además, ¿por qué lloran porque el equipo gane de chiripa, como si fuera el único que tuviera prohibido ganar de chiripa?

Observen este hecho importante: por primera vez en la historia, un conjunto del país disputa dos trofeos simultáneamente, y con la posibilidad de hacer moñona, de ganar uno o de perderlo todo. Como están las cosas con ustedes, secta de llorones, yo me inclino por desear que la escuadra lo pierda todo, porque si gana algo ¿quién soportará a vuestras excelencias llorando porque ganó?

El odio magnicida y parricida que le profesan a Comesaña, los niega para ver que el técnico levantó al equipo, después de una crisis que parecía no tener salida, y donde se especuló con complots internos (encabezados por algunos jugadores), y en la cual Teo descollaba por repetir algunas de las mañas atolondradas de Maradona.

Comesaña ayudó a desintoxicar el grupo porque trabajó para mejorar a las estrellas, que ahora exhiben un aceptable nivel, junto al resto de compañeros, cuya motivación anda por las nubes. Pero aquí, según la visión miope de vosotros, el liderazgo de Julio no cuenta, porque los equipos resurgen y se organizan solos, como sucede con los grupos destartalados de bola de trapo de las barriadas.

Pariendo, luchando, exhalando testosterona, etcétera, la oncena dejó atrás una penosa situación en la que dominaba el síndrome del jugador pecho frío y, poco a poco, se fue asentando, hasta obtener este tope que nos hace soñar con algo grande, como nunca se había visto en la historia del Junior.

El equipo se recuperó de su mala noche, y va a pelear dos títulos significativos de manera simultánea; pero para ustedes, llorones empedernidos, eso nada tiene que ver con Julio Avelino, sino solo con los jugadores, y con la enigmática y oscura acción del dios azar.

Yo escucho a expertos nacionales que avalan el buen juego del Junior, su disposición táctica adecuada, y que resaltan la idea de que el técnico se fije en la cantera (como ocurre con Fuentes y Ditta). Luego oigo y leo las atrocidades de ustedes (que arguyen que Julio no sirve, que el equipo no juega a nada, y tantas otras cosas lloriconas que se inventan), y me pregunto:

¿Quién tiene la razón: los que sí saben de fútbol, y han alabado el trabajo de Julio Avelino con argumentos futbolísticos, o el motón de llorones, la secta de despechados y traidores, que saben poco de este deporte, y que solo están guiados por su fanatismo magnicida?

Desde luego que la respuesta a mi interrogante no está solo en los que sí saben de fútbol, sino en las frías y contundentes estadísticas, y en los hechos futbolísticos ya consumados. Junior escaló posiciones porque mejoró en su fútbol, y mejoró porque subieron las individualidades, pero también porque se labró un estilo de juego DE LA MANO DE SU TÉCNICO.

El liderazgo de Julio Avelino ha sido indiscutible para la superación de los problemas de los caciques, y para el mejoramiento del tono general del grupo. Un camerino reventado, insidioso, destroza la posibilidad de resultados, y acaba con cualquier institución, como ya se ha visto a nivel nacional e internacional.

¿Nada tuvo que ver el técnico con unir y mejorar la calidad del camerino? ¿Tampoco influyó sobre la acumulación de resultados, que nos tienen en la pelea por dos títulos? La tranquilidad y seguridad de Viera, el ascenso de Teófilo y la mutación de Jarlan, ¿se produjeron solo por su deseo, y porque así lo quiso el destino?

Son dos finales indiscutibles, señores chillones. ¿Nada positivo tienen que decir sobre eso, solo llorar y llorar, como dice la canción mexicana? Ojalá que el Junior no gane nada de lo que está disputando, porque si gana algo ¿cuántas piscinas olímpicas llenarán ustedes con su llanto magnicida plagado de odio?

Yo quiero que Junior gane algo de lo que está en juego, y si lo gana todo me sentiré muy contento y con ganas de llorar, pero no de dolor, sino de la felicidad y del regocijo que produce ganar cosas con trabajo, sudándola hasta el cansancio, y de manera limpia, como las podrían ganar los muchachos y Comesaña.

¿Qué harán con el técnico si les mete los dos títulos de tiro libre? ¿Le negarán el papel de mejor técnico en la historia del Junior? Si el conductor hace moñona, ¿serán capaces de reconocer que se les convirtió en el estratega más capaz de Colombia, de acuerdo con esos resultados?

Señores llorones: dejen ya de chillar y de llenar poncheras de llanto, y dispóngase a gozar y a sufrir con lo que se nos viene encima. Llegó el momento de abandonar su odio parricida, y de acompañar al equipo. Junior es una escuadra que está donde está, gracias a la labor encomiable de los jugadores, y a la de un líder que se empeñó en regalarnos el conjunto que todos merecemos.

Un cuadro imperfecto, como todos los oncenos, pero capaz de hacer lo que hasta hace muy poco nadie soñó: conseguir dos campeonatos en un solo semestre. Si no los consigue, de todas maneras ya hizo una campaña notable que merece el reconocimiento de sus fieles.

No más odio… que viva Junior. Y que muera el llanto.