Los escaparates de los locales de una calle de Wilmington aparecen recubiertos con planchas de madera por el paso del huracán Florence.
Los escaparates de los locales de una calle de Wilmington aparecen recubiertos con planchas de madera por el paso del huracán Florence.
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EFE

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Pese a advertencias, miles de personas descartan evacuar ante inminente llegada de Florence

Las autoridades estadounidenses no se cansan de alertar del enorme peligro que entraña este huracán.

A pesar de las advertencias y órdenes de evacuación de la zona costera en Las Carolinas, en el sureste de EE.UU., miles de residentes descartaron dejar sus viviendas y apostaron por el "modo supervivencia" para afrontar la llegada del "monstruoso" huracán Florence en las próximas horas.

Las autoridades estadounidenses no se cansan de alertar del enorme peligro que entraña Florence y su preocupación se basa en el tamaño del ciclón, similar a la superficie de las dos Carolinas en conjunto, y una marejada ciclónica que puede alcanzar hasta 4 metros de altura sobre el nivel del mar.

Con el recuerdo todavía fresco del huracán Hugo (1989), que dejó una treintena de muertos en las Carolinas tras una marejada ciclónica similar a la que se espera que genere Florence, muchos de los más de un millón de residentes y turistas de la zona han decidido obedecer a la evacuación obligatoria.

Pero miles de personas han optado por no dejar atrás sus viviendas y animales, y se han pertrechado para aguantar como puedan los próximos días, y muchos de ellos no parecen darle mucha importancia a lo que se les viene encima.

Uno de ellos es Jay Allen, quien espera la llegada de Florence nadando en la piscina del edificio en primera línea de playa en el que vive en Garden Beach (Carolina del Sur), por donde el huracán de categoría 2 y vientos de 155 kilómetros por hora podría pasar en las próximas horas.

Este hombre retirado de 68 años explica a Efe sin salir del agua que no tiene miedo al ciclón, pues ya ha vivido experiencias similares en el pasado y cree saber lo que puede esperar de él.

En su opinión, su edificio es "suficientemente seguro" a pesar de estar junto a la arena y la marejada ciclónica podría alcanzar la segunda de las quince plantas de la construcción.

"Tengo dos semanas de comida fresca y bebida, incluida cerveza", dice entre risas Allen, quien asegura estar ya en "modo supervivencia" para soportar lo que venga.

Y lo que se espera que llegue es duro, porque una de las principales características de Florence es que permanecerá sobre la costa sureste de EE.UU. durante más de 24 horas, lo que supondrá que se registrarán dos mareas altas que, junto a la marejada ciclónica que generará el huracán, podrían provocar importantes inundaciones.

Es esta una zona costera de escasa altitud sobre el nivel del mar y que ha vivido un verano muy lluvioso, por lo que el suelo está ya muy saturado de agua.

Por ello, las autoridades y meteorólogos se afanan en insistir en que la gente no "baje la guardia" y sea presa de un "falso sentimiento de seguridad" al ver que Florence ha bajado de categoría 2 desde el nivel 4 que tenía este miércoles, al disminuir la fuerza de sus vientos en unos 65 kilómetros por hora.

La clave, dicen, está en el agua, tanto la entrada del mar, empujada por los fuertes vientos, como la "lluvia extrema" que puede acumular hasta un metro.

Pero nada de eso asustó a muchos de los diez millones de personas afectadas por los avisos y alertas por la llegada del huracán y los más osados se lanzaron incluso al mar para aprovechar las fuertes olas antes de que el ciclón impactase con su fuerza en la costa o se apostaron con sillas en la playa para disfrutar de la vista.

Como Sam Ridle, que se acercó a la playa con su hijo Jack en un carrito de golf para ver de primera mano los primeros efectos de un ciclón al que no dice temer.

"Si llega a ser un impacto directo sería una locura quedarse", pero como Myrtle Beach está a 100 kilómetros de Wilmington, donde se espera que toque tierra, dice estar tranquilo, aunque puede no seguir el rumbo esperado y tener el huracán un diámetro de 128 kilómetros y vaya a pasar además en los próximos días a unos pocos kilómetros de este lugar en su camino hacia el interior del país.

Su seguro es, dice, que su casa está elevada unos 4 metros por unos pilares, suficiente para evitar que llegue el agua cuando el mar supere la playa, situación que está seguro que sucederá más pronto que tarde.

Sam no es el único, pues, mientras unos aprovechan las últimas horas antes de que llegue lo peor para alejarse, muchos con sus casas rodantes o su barco a cuestas, otros decidieron quedarse en el litoral y aprovecharon la espera para hacer deporte o incluso pasear en su automóvil descapotable.

EFE

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