El alumno compartía mucho tiempo con la familia de la docente y pidió a su padres quedarse con ella cuando le preguntaron con quién quería vivir cuando ellos no estuvieran.
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Maestra argentina adopta a su alumno con síndrome de down que quedó huérfano

Cuando los padres fallecieron se incorporó oficialmente a la familia de la docente.

Rosita Guizzardi, maestra argentina de la sureña Río Negro, llevaba años enseñando cocina y jardinería a Pablo Liberini, un hombre de 40 años con síndrome de down. Cuando él quedó huérfano, la mujer decidió adoptarlo. Ahora, esta madre y su hijo adoptivo trabajan juntos en el mundo del reciclaje.

Pablo asistía los talleres de cocina, jardinería y manualidades que ella, de 52 años, ofreció durante más de diez años en la Escuela de Educación Especial 11 de Sierra Grande, Río Negro, algo que sirvió de precedente para su proyecto actual.

Esta no es la primera vez que ambos trabajan juntos mano a mano, ya que a petición de la madre biológica de él, Pablo comenzó a trabajar como camarero con ellos en un restaurante que regentaban.

"Comenzó a ayudarnos en un emprendimiento gastronómico familiar que teníamos, para que tuviera un contacto laboral. Le encantaba venir a trabajar, es muy respetuoso con los horarios", explicó Guizzardi en diálogo con Efe.

Pablo siempre mostró un interés especial por el trabajo, pues, dice Guizzardi, le gusta sentirse útil ayudando a los demás y sufre cuando no puede estar entretenido con algo.

Es por eso que, según la maestra, el hecho de que Pablo aprendiera una profesión siempre fue una prioridad para todos los que lo rodeaban.

"Se ocupa de su aseo personal, ayuda con los quehaceres de la casa, le encanta cocinar, hace muy bien la masa para los fideos y siempre ayuda a los demás", aseguró su madre adoptiva.

Pablo se convirtió pronto en uno más de la familia de Guizzardi, tanto que, cuando sus padres le preguntaron con quién querría vivir el día que ellos no estuvieran, él sin dudarlo contestó que con su profesora.

Pero no fue hasta años después, en el momento en el que los padres de Pablo fallecieron, cuando este hombre de 40 años se incorporó a la familia de manera oficial.

"Sus padres pensaron que él querría vivir con alguno de sus tíos en Buenos Aires, pero decidió quedarse en Río Negro con nosotros", dice Guizzardi.

"Estamos haciendo cambios muy chiquitos, como el color de algunas paredes, algunos muebles, para que vea de a poquito que ya no están sus papás pero que todo sigue bien", contó.

En el momento en el que ella habló el tema con su familia, estuvieron todos de acuerdo: Pablo ya pasaba mucho tiempo con ellos y les gustó la idea de la adopción, así que Guizzardi y su marido decidieron mudarse a la casa donde el hombre vivía.

Ahora la relación de Pablo junto a sus nuevos hermanos es "perfecta y hermosa", según la maestra.

Para Guizzardi, su hijo adoptivo se ha convertido en una "gran compañía", ahora que ella se acaba de jubilar.

Tan es así que han decidido iniciar juntos un pequeño proyecto de reciclaje en el que se dedican a tomar las 'chapitas' (tapones de las botellas) de plástico y las convierten en baldosas para los jardines.

"Las 'Baldosas Chapita' son una iniciativa que surgió de los talleres y de la inquietud de Pablo por continuar con las manualidades", comentó Guizzardi.

Esta pequeña empresa, que no nació con un motivo económico, tiene su sede en el garaje de la casa que la familia comparte en la sureña Río Negro.

Para llevar adelante su trabajo, no hacen más que llevarse bolsitas con las chapas o tapones de las tiendas donde son depositadas por los vecinos o recolectar las suyas propias para montar sus creaciones.

Un trabajo en equipo con el que también mezclan su otro pasatiempo preferido, la jardinería, pues también hacen macetas decoradas con los tapones de las botellas.

"Nos entretiene y pasamos tiempo juntos", concluyó.

EFE

 

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