Miguel Ángel Ibarra Marín
Miguel Ángel Ibarra Marín
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EFE / Archivo

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El colombiano denunciado como falso sacerdote vuelve a Cádiz para defenderse

Asegura que ha enviado toda la documentación a Roma y que será el Vaticano la instancia que deberá resolver su caso.

El colombiano Miguel Ángel Ibarra Marín regresó a la localidad española de Medina Sidonia (Cádiz, sur), donde ejerció como párroco, a intentar demostrar a sus vecinos que, en contra de lo que decretó hace unos meses la Archidiócesis de Santa Fe de Antioquia (Colombia), fue ordenado y es sacerdote.

"Yo estoy haciendo lo que me corresponde, defendiéndome, no puedo esconderme, yo soy sacerdote y tengo todos mis documentos", dice a Efe Miguel Ángel Ibarra Marín, quien asegura que ha enviado toda la documentación a Roma y que será el Vaticano la instancia que deberá resolver su caso.

Tras ejercer cómo sacerdote durante siete años en Colombia y durante cerca de un año en dos pueblos de la provincia española de Cádiz, Miguel Ángel Ibarra Marín fue cesado el pasado 13 de diciembre.

El arzobispo de la Archidiócesis de Santa Fe de Antioquia, a la que pertenecía, había comunicado al Obispado de Cádiz que había descubierto que no había sido ordenado.

"Vinieron dos sacerdotes del Obispado cuando me estaba preparando para la eucaristía (...). Fueron un poquito duros en su lenguaje, me dijeron que les había llegado un decreto que decía que no era sacerdote y que debía abandonar la parroquia y la comunidad y regresar a Colombia inmediatamente", recuerda.

"Pensé que había un error, fue una sorpresa terrible, tuve que salir como un criminal de mi parroquia y de España", lamenta Ibarra.

Según cuenta, de vuelta a Colombia el arzobispo le dijo que había dictado ese decreto tras estudiar su documentación, sin contar con él.

No entiende cómo después de siete años de ejercer como sacerdote se decidió repasar su documentación. "Eso no pasa así como así, tuvo que haber pasado algo", señala.

Su documentación, según explica, fue además revisada años atrás porque su caso tiene ciertas particularidades.

En su relato, y según consta en los papeles que llevó a Medina Sidonia -su último destino en España-, fue ordenado sacerdote el 4 de enero de 1998 por Augusto Trujillo Arango, arzobispo de Tunja, que pretendía que se integrara en una fraternidad que iba a fundar, Sacerdotes de la Pasión, y que finalmente no llegó a crearse.

El arzobispo, siempre según la versión de Ibarra, firmó el acta de la ordenación ese día, pero no la registró, y un mes después cumplió 75 años y se retiró.

Desde 1998 a 2007, año en el que falleció el arzobispo que le ordenó, Miguel Ángel Ibarra no ejerció como sacerdote.

"Me dediqué en Colombia a trabajar como psicólogo y como cantante, con el nombre de Ángel Serrati", afirma.

Cuando decidió ejercer el sacerdocio, según cuenta, se presentó ante el arzobispo de la Archidiócesis de Santa Fe de Antioquia, Orlando Antonio Corrales García.

"Él pidió a un juez eclesiástico colombiano que hiciera un proceso de esclarecimiento sobre mi ordenación y el juez, después de un estudio muy largo, concluyó que no existía 'duda prudente' y que mi ordenación había sido válida", asevera.

Fue incardinado a la Archidiócesis de Santa Fe de Antioquia, donde "era un sacerdote muy cercano al obispo, desempeñé cargos importantes", afirma.

En 2017, continúa su relato, la Diócesis de Cádiz y Ceuta (España) pidió a la Archidiócesis de Santa Fe de Antioquia un sacerdote, una misión de cooperación por la que fue enviado él.

En el corto periodo que ejerció como sacerdote en España, afirma que se ganó el cariño de los vecinos y que ahora regresa para contarles su versión.

Según le contaron, el Vaticano, al que remitió sus documentos, puede tardar "unos tres años" en resolver si éstos acreditan que fuer ordenado sacerdote, como él insiste en asegurar.

No sabe cómo será su futuro, si regresará a Colombia a retomar su "carrera artística" o si encontrará "cualquier oficio" en su país o en España. Lo que es seguro es que de momento, no podrá vivir como un cura ni aquí ni allá.

 

Isabel Laguna-EFE

 

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