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La oscura historia del sector eléctrico en la Costa Caribe

Los usuarios aún esperan el juicio de responsabilidades sobre el saqueo a las Electrificadoras de la Región.

Los usuarios aún esperan el juicio de responsabilidades sobre el saqueo a las Electrificadoras de la Región.

Por Jorge Mariano Rodríguez

La historia del sector eléctrico en la Costa Caribe es tan oscura como los apagones que hoy, después de la venta y reventa de las Electrificadoras, siguen angustiando a miles y miles de sufridos usuarios.

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En la retina de los costeños siguen latentes los escandalosos casos de corrupción, que apagaron el desarrollo eléctrico de la Región, sin que hasta el momento haya sido abierto un verdadero y amplio juicio para castigar a los verdaderos responsables del multimillonario descalabro.

Lo cierto es que, en el caso del Atlántico, la Electrificadora, al igual que las otras empresas de la Región, fueron vilmente saquedas por una acción conjunta de políticos, directivos y trabajadores, sin que hoy se conozcan los verdaderos responsables.

Sencillamente, las empresas fueron quebradas, liquidadas y cerradas, con la complacencia de un Estado permisivo y un sistema de justicia que fue y ha sido incapaz de someter a los depredadores del erario.

Por la gravedad del robo cometido al Estado, lo mínimo que se espera es que nunca sea tarde para juzgar y condenar a la cadena de asaltantes que, además, se burló de los verdaderos dueños de las empresas: los usuarios.

Aun cuando la justicia siga cojeando, ya sea por la famosa prescripción de los delitos cometidos, en la memoria de los usuarios se mantiene viva la imagen de los hechos. La justicia archiva y olvida, pero los usuarios no.

El próspero surgir de Electranta

El de la Electrificadora del Atlántico ha sido uno de los casos más aberrantes de corrupción.

Constituida el 21 de septiembre de 1957, Electranta asumió el manejo del servicio, luego de que el mismo estuviese a cargo de la Compañía de Energía Eléctrica de Barranquilla, la estadounidense Electric Bond an Share Company y la Compañía Colombiana de Electricidad.

Lejos estaban los atlanticenses de pensar que la entonces naciente Electranta se convertiría, con el paso de los años, en uno de los mayores focos de corrupción del Estado.

Le correspondió a Electranta diseñar y construir la infraestructura necesaria para cubrir las demandas del servicio, atendiendo todos los procesos del negocio: generación, distribución y comercialización.

Como todo negocio que comienza, los primeros años fueron de prosperidad y poco a poco fue consolidándose a medida que aumentaba la demanda y la empresa cubría las necesidades a través de sus plantas de generación, subestaciones y redes.

Comienzo de la debacle

Lo que menos pensaban los usuarios, en la década de los 80¨s es que lo peor estaba por venir y que los años para la empresa cada vez estaban más contados.

De nada valieron los planes eléctricos de desarrollo con la construcción de nuevas subestaciones, porque, al igual que la novela de García Márquez, la de Electranta era ya la Crónica de una muerte anunciada.

¿Qué pasó? ¿A qué se debió la catastrófica caída de Electranta?

Muchas fueron las razones que influyeron, pero todas ellas tienen un común denominador: la peligrosa combinación politiquería - corrupción.

Los Gerentes eran nombrados por la Junta Directiva, pero bajo el dedo ordenador del político de turno. Así, las decisiones obedecían más a los intereses politiqueros que a las necesidades del servicio.

Como consecuencia de ello todos los indicadores se gestión se vinieron al suelo: la relación trabajador - usuarios llegó a 250 cuando la media nacional era de 500; las pérdidas de energía llegaron casi al 40 por ciento, es decir, de cada 100 kilovatios se perdían 40 ($30.000 millones mensuales en toda la Costa); la cartera morosa se volvió incobrable, por la pésima gestión de la empresa y como agravante, los estratos 1, 2 y 3 llegaron a representar el 85 por ciento de los usuarios y el 15 por ciento de la facturación y a la inversa, los estratos 4, 5 y 6, Comercial e Industrial el 15 por ciento de los usuarios y el 85 por ciento de la facturación, además que la deuda de la empresa en la Bolsa de Energía alcanzaba los $55.524 millones.

Con toda esta problemática la empresa fue incapaz de cumplir convenios de desempeño para mejorar su gestión, lo que motivó al Gobierno Nacional a diseñar mecanismos de solución, ante la autosostenibilidad de Electranta y el inminente riesgo en que se ponía la prestación del servicio.

Tampoco valieron los aportes que por $1.4 billones entregó la Nación al grupo de Electrificadoras de la Región, entre ellas Electranta, como salvavidas, porque nada cambió ya que el incontrolable saqueo era total.

Un pulposo contrato

Sin embargo, pese a la grave crisis, en una decisión sin precedentes y jurídicamente cuestionada, el entonces Gerente de Electranta, Antonio Francisco Holguín Calonge, en mayo de 1996 suscribió un contrato de gestión con la empresa Coenergía S.A. representada por William Tarud, para la distribución de energía a los estratos residenciales 4, 5 y 6, Industrial y Comercial y la construcción de una planta mediante el sistema de leaseing con la compañía Lease Co Power, representada en Colombia por Iván Lewis Gold.

En la práctica, Coenergía se quedaba con la pulpa del negocio (15% de usuarios y 85% de facturación) y el cascarón de Electranta con el hueso (85% de usuarios y 15% de facturación).

Sin embargo, el jugoso contrato sufrió su propio "black out" (apagón) porque la legislación colombiana no permitía que una Electrificadora escogiese directamente, a dedo, a otra para la venta de energía.

TermoRío y la puerta giratoria

Pero no todo terminó ahí porque es, en este proceso crítico, cuando surge el más escandaloso de los casos de corrupción del sector eléctrico, el de TermoRío, sólo comparado, en la época, con el del Guavio, en el interior del país.

Las pretensiones de entregar la pulpa para quedarse con el hueso fueron maquilladas con otro proceso: una licitación pública abierta el 13 de enero de 1997 para suscribir un contrato tipo PPA (Power Purchase Agreement) o acuerdo de compra de energía.

Lo curioso del caso es que tres días antes de la apertura los mismos protagonistas del frustrado contrato de Coenergía S.A. (Iván Lewis y William Tarud) crearon la empresa TermoRío S.A. E.S.P. y, como era de esperarse ganaron la licitación y el contrato AL-019-97 comprometiéndose a vender energía por el término de 20 años y 6 meses (del 20 de junio de 1997 al 31 de diciembre de 2018).

Como si fuese poco, el Gerente de Electranta, Antonio Francisco Holguín, también figuraba como miembro principal de la Junta Directiva de TermoRío, con lo cual aquí se dio lo que hoy comúnmente se conoce como la "puerta giratoria".

Como ya los días para Electranta estaban contados, en diciembre del mismo año la banca de inversión Inverlink Credit Suisse - First Boston, al evaluar el proceso de capitalización de las Electrificadoras descubrió que el contrato TermoRío no fue registrado en el Sistema de Información Comercial (SIC) del sector electrico, por lo que se desconocía dónde y a qué precio el contratista debía entregar la energía, por lo que se recomendó no obstaculizar el proceso de capitalización con este tipo de contratos. Es de anotar, que sólo los registrados en el SIC podían acceder a las transacciones de energía.

No obstante, la decisión Gerencial fue totalmente contraria porque pactó que Electranta no podía hacer nada con sus activos, ni venderlos ni transferirlos, sin la autorización de TermoRío y además, en febrero de 1998 constituyó, adjudicó y cerró fiducia para garantizarle al contratista el flujo de caja necesario.

Lo grave del caso es que con ello se pretendió blindar al contratista y no a la empresa, que para la época ya era de propiedad de la Nación, que finalmente se enteró del asunto cuando todo estaba consumado.

Los sobres de la EDC

En medio de esta situación surge la venta del grupo de Electrificadoras de la Costa Caribe.

Previamente, la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios (SSP) intervino a Electranta, con fines de liquidación.

Casi simultáneamente se cumple el proceso de venta de las 7 empresas a la Corporación EDC (Electricidad de Caracas) - Houston Industries Energy Inc., por 1 billón 438 mil millones 752 millones de pesos, que meses atrás se habían hecho al control de Epsa, en el Pacífico colombiano.

Como hecho curioso se destaca que en el proceso hubo la compra de 18 pliegos, pero finalmente se presentó un sólo proponente. Y este proponente, en el acto que se cumplió en el Hotel El Prado se acercó a la urna con dos sobres en la mano y faltando un segundo para el cierre escogió uno de los dos y lo introdujo.

¿Qué valor tendría la propuesta del otro sobre?

Las pretensiones de TermoRío

Esta venta puso en evidencia nuevas pretensiones de TermoRío, cuyo contrato no fue incluido en el proceso de transferencia de Electranta a Electricaribe, una de las dos empresas conformadas por EDC - Houston.

Fue entonces cuando TermoRío presentó demanda contra el Estado solicitando indemnización por US$9 millones correspondientes a daños y US$51.7 millones por lucro cesante.

El caso fue llevado a un Tribunal de Arbitramento regulado por el procedimiento establecido por la Cámara de Comercio Internacional de París, tal como se había establecido en uno de los dos otrosis que el Gerente Holguín firmó en desarrollo de este contrato.

El Tribunal favoreció a TermoRío, pero luego la Sección Tercera de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado anuló el laudo arbitral.

Otra perla y más reventa

Pero estos no solo los únicos casos de corrupción en la historia del sector eléctrico de la Costa, porque no hay que olvidar los 99 contratos que por $193.229 millones fueron adjudicados por el Plan de Inversiones Prioritarias de la Costa Atlántica -Planiep-.

Curiosamente, en este proceso vuelven a aparecer los protagonistas de TermoRío, lo que significa que la puerta giratoria funcionó a la perfección en este sector.

Lo que si queda claro es que, aun en la quiebra, el negocio eléctrico no era tan malo. Lo malo eran los administradores, quienes orquestaron un verdadero concierto para hacer su propio negocio con las empresas, a costillas de los usuarios cobrando unas tarifas cada vez más caras.

De lo contrario, poco después de la venta de las empresas, el grupo EDC - Houston no le hubiese vendido a Unión Fenosa de España, ni ésta a Gas Natural para luego conformar lo que hoy es Gas Natural Fenosa, actualmente a cargo del grupo eléctrico.

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