Sebastián Viera despeja una jugada de peligro de Flamengo.
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¿Por qué a Junior tienes que matarlo?

Remontar hace parte del 'ADN' del Junior y contra Flamengo podría no ser la excepción.

El 17 de diciembre de 1980, Édgar Perea, quien más si no él, colgó en los anaqueles del recuerdo una de las frases que mejor describiría al Junior de Barranquilla, sobre todo cuando pasa por momentos complicados. Cuando lo descartan de toda posibilidad.

"A Junior tienes que matarlo, a nosotros nos tienen que matar para ganarnos", gritaba eufórico, casi fuera de sí mismo, mientras cantaba el gol de Gabriel Berdugo para el 2-2 de visitante ante el Deportivo Cali, el gol del título.

Y es que esa frase no llegó así como así. No. Tiene su génesis en la serie de dificultades que ese día debió sortear el equipo. Para empezar, dos penales regalados a los caleños que en el primer tiempo ponían el partido 2-0.

Luego de eso llegaron los consabidos tantos de Carlos Molinares y de Berdugo, como mandados del cielo, sacados de la manga, para igualar las cargas: venir desde atrás cuando se pensaba que Junior ya no tenía esperanzas de título y luego resultar ser campeón se comenzó a volver una costumbre.

Y es que es así. La única forma de asegurar de que Junior no logrará nada, teniendo todo en contra, es precisamente cuando haya dejado de respirar, en el campo estén once cadáveres vestidos de rojiblanco y las gradas del Metropolitano sean silenciosas cual la acrópolis santa de la miseria humana.

Este equipo es de sangre hirviente y de remontadas que invitan a soñar. Así por ejemplo, no hubiera sido posible revertir un 3-0 ante Nacional en 1993 para luego terminar 3-3 y días más tarde remontar una y otra vez ante América en casa, para en el minuto final sentenciar un 3-2 con la última bala, de la última pistola, en la última escaramuza de la batalla que hizo campeón al equipo por tercera oportunidad.

Los capítulos de los milagros rojiblancos siempre se escriben así, como en aquella final del 2004 donde ya teniendolos contra la lona, sus jugadores sacaron fuerzas de donde no las había para empujar la pelota al fondo, poner un marcador global 5-5 e irse a los penales para silenciar a millones. 

El Atanasio Girardot, atónito, no terminaba de comprender cómo habiendoles asestado cinco tiros en el alma a sus rivales estos aún habían ganado. Todavía no se entiende. Bueno, ellos no lo hacen. 

Y bendita sea la historia de Junior, pues las remontadas ‘campeadoras’ de los barranquilleros no se quedaron allí. Para el 2010, justo en la final, los de Barranquilla debieron salir del 1-0 en contra de La Equidad en Bogotá para vencer 3-1 en el Metropolitano, con gol milagroso de por medio a dos minutos del final.

Un gol sacado de quién sabe dónde y que fue escrito desde el principio de los tiempos, con la condición de que se haría posible siempre y cuando un delantero pudiera poner la pierna para que el balón le rebotara y se metiera. Mantenerse en pie hasta el final, una obligación del juniorismo.   

Y si con eso no fuese suficiente, si pudieramos llamar al Junior de 2011 por una cosa diferente a campeón, el adjetivo perfecto sería remontador. Primero debió revertir un 3-0 de local ante Millonarios. Un corrientazo sacudió el Metropolitano y, uno tras otro, la diferencia se esfumó para un 3-3. En los penales se avanzó en la lucha. 

Y luego en la final, un 2-0 en contra de entrada y en casa, que luego se logró revertir en un 3-2 y en cancha del Once Caldas se definió el título en los penales, nuevamente. 

Es por eso que el 2-1 ante Flamengo, que lo deja en el mejor de los casos a una victoria 1-0 en el Metropolitano de llegar a la final de la Copa Sudamericana, se presenta perfecta para la sangre de este equipo, donde el sufrimiento es norma.

Al final de todas estas cosas, remontar parece una condición necesaria para justificar su sobrevivencia, como su salvación del descenso. Esto de ganar estando entre las cuerdas se repite en cada momento glorioso. O mejor dicho es una especie de máxima:‘remonto y luego existo’.

Pues mientras haya un soplo de vida, un latido en el corazón, un suspiro en los labios, un grito en la garganta, un gol en las piernas y un minuto en el reloj, con este equipo nada está dicho, ni todo se podrá decir.

Después de todo, los últimos 37 años han demostrado sistemáticamente la verdad en las palabras de Perea. Sin duda, por eso es que a Junior "tienes que matarlo para ganarle".

 
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